Una nueva política para Asturias, de Juan Carlos Fernández González

 

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Nuestra revolución ya no es silenciosa, nuestra marcha hacia un mejor destino ya se deja sentir, la necesidad de un cambio político en Asturias es un clamor. Son muchos años de recetas caducadas, de políticas públicas consistentes en minorar la renta disponible del ciudadano mediante subidas de impuestos e imposición de nuevas tasas, para evitar con ello la inversión y el consumo y así poder crear riqueza y empleo.

Ya los asturianos están hartos de grandonismos, hastiados de lo que el sociólogo Veblen denominaba «derroche manifiesto», agobiados de quiméricos sueños de la nada.

Se han constituido, con la renta detraída a los ciudadanos, innumerables empresas públicas, mancomunidades de todo género, conglomerados de toda especie, para tomar el poder, para asegurarse una red clientelar amplia, de colocación de los «suyos», amarrando así el voto de tanto «estómago agradecido» alérgico a los principios de mérito y capacidad.

Se han creado polígonos industriales sin ninguna planificación, zonas logísticas de miles de metros cuadrados sin futuro, sin accesos de ningún tipo. Todo se ha basado en la política de la subvención, en detrimento de otra suerte de financiación, en perjuicio de préstamos blandos a los emprendedores. Y las empresas, las de ellos, saciadas de dineros públicos, a la mínima ventolera han cerrado, se han ido con lo nuestro y a su paso cientos de personas con sus familias e intereses se han visto en la calle. Se han puesto alfombras rojas a multinacionales y grandes consorcios, para atraer efímeros y volátiles empleos, precarios y mal pagados, abandonando con ello a las pequeñas empresas, a las pymes, al sector del comercio que, mortecino, languidece ante el empuje que lo público presta desde el socialismo a los grandes capitales privados.

Cada año suena la misma cantinela, acuerdos entre el gobierno regional, los sindicatos y la patronal, por la competitividad y el empleo, nos dicen, para incurrir en un cansino «más de lo mismo», ayudas ingentes en cursos de formación a mayor gloria de unos y otros, sin resultados satisfactorios, un año no, y el otro tampoco. Y los ayuntamientos, en una espiral absurda, compiten con el dinero de todos en garantizar el mejor ranking en inversión improductiva. Los ciudadanos, mientras tanto, se agotan ante tanta burocracia, trabas administrativas, controles y regulaciones.

El socialismo rampante, con la complicidad de un PP anodino y claudicante, lleva mucho tiempo desconfiando de la libertad para acabar confundiendo igualdad con igualitarismo, o sea, igualdad a la baja, que al de arriba hay que quitárselo, que lo ha robado, para dárselo al de abajo, que no importa su capacidad y de esta suerte convierten en anatema aquello que dijera Milton Friedman: «La sociedad que pone la igualdad por encima de la libertad no consigue ninguna de ambas. Sin embargo, la sociedad que pone la libertad por encima de la igualdad obtiene un mayor grado de las dos»

Así se muestran desde hace treinta años, ignorantes supinos de que la mejor política social es la que asegure las mejores condiciones para el empleo, que lo han de crear los emprendedores y no las administraciones, cuya responsabilidad es subsidiaria y que con no estorbar tiene bastante, demostrando empíricamente aquello que decía Churchill, «la virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de miseria».

Pero todo esto ya toca a su fin, la luz se abre paso ante la titánica persistencia de FORO en horadar este estado de cosas comatoso y en poner patas arriba todo este contubernio soez e indecente, estas componendas y trapicheos entre unos y otros, esta amalgama de intereses bastardos e inconfesables.

Nosotros, al igual que Nathan Hale, aquel maestro de escuela que luchaba en el ejército de Washington en la guerra de independencia norteamericana, hacemos nuestras aquellas sus últimas palabras tras ser apresado y condenado a la horca: «Lo único que lamento es tener sólo una vida que perder por mi país».

Y lo conseguiremos, por supuesto, sin llegar a tanto.

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